Elradardelsur.tv – 29/09/2020 - Foto: Servicio Penitenciario
La producción del aparato de bioseguridad se desarrolló en los talleres de la Unidad 42 de Florencio Varela y fue destinada al colegio Sol de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Personas privadas de la libertad de la unidad 42 elaboraron, con ingenio y al reciclar objetos de rezago, una cámara sanitizante y la donaron a una escuela de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el marco del programa “Más trabajo, menos reincidencia”.
La experiencia solidaria se desarrolló en la Unidad 42 de Florencio Varela que depende del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) entre un grupo de internos y un liberado, quien volvió a la cárcel para colaborar con el proyecto.
La cabina sanitizante fue donada este lunes a la Escuela del Sol de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires luego de unos 45 días de trabajo intenso en los talleres de Oficios de la Unidad 42, bajo la supervisión del personal penitenciario y teniendo en cuenta todas las medidas de bioseguridad sanitaria.
Jorge, quien recientemente recuperó la libertad, con la colaboración de tres de sus ex compañeros, Pablo, Lucas y Edgardo, confeccionaron una cabina sanitizante metálica con sensores.
Jorge tiene conocimientos en herrería y trabajó durante el tiempo de su detención en los talleres de la Unidad 42 y allí se perfeccionó en sus saberes y se los transmitió a sus compañeros que ahora lo ayudaron en este emprendimiento solidario.
La cabina, similar a otra que hace unos meses había sido realizada para el personal de la Unidad, fue perfeccionada y confeccionada con material metálico que fue donado por los internos del pabellón 9, población trabajadora y con materiales de rezago existentes en la dependencia.
Con pruebas y ensayos en su realización, la cabina o módulo de desinfección cuenta con sensores y pulverizadores que mezclan y disparan un líquido desinfectante, y se estima que será de suma utilidad para la Escuela como medida de prevención contra el COVID-19, para el personal, alumnos y todas las personas que puedan ingresar al establecimiento educativo que tiene una matrícula de 400 estudiantes.
La idea se hizo realidad en un mes y medio gracias al ingenio y dedicación de Jorge y sus compañeros y al apoyo de los agentes penitenciarios y la dirección de la cárcel que incentivan este tipo de actividades que tienen que ver con la cárcel y con la sociedad que la rodea, con acciones que además redundan en el bienestar de la población carcelaria que se mantiene ocupada, aprende un oficio y fortalece su autoestima a través de la solidaridad con el prójimo.
Estas acciones solidarias se llevan a cabo por el impulso del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y bajo la coordinación de la Subdirección General de Trabajo Penitenciario.
El director de la Unidad 42, Fabián Gómez, expresó que “el trabajo es formador del sujeto social y es una herramienta válida de inclusión. Por eso apoyamos todas las experiencias de formación técnico-prácticas, bajo los valores de cooperación, reciprocidad, beneficio mutuo y solidaridad”.